Linux: la interfaz de usuario, de la linea de comandos al mareo de los widgets

Si trabajar en un sitio desordenado y sucio no es deseable, que puedo decir de hacerlo frente a una pantalla de ordenador. Porque a veces, por increíble que parezca, la pantalla es el reflejo del alma.

Entre las actividades "manuales" que ofrecía el sistema educativo público en Argentina, en los `70 cuando yo estudié primaria, había en mi escuela carpintería. Debo decir que al principio, cuando tuve delante el banco de carpintero, no me pareció gran cosa. Y las clases tampoco cuando tuvimos que hacer el primer rudimentario dibujo técnico del llavero con forma de llave. Sobre todo, el desconcierto interior se vio aumentado, porque el maestro de carpintería utilizó el pizarrón como si tuviese las mismas proporciones que la hoja de dibujo. Para mi no eran iguales en proporción. Y punto.

Cuando trabajaba con el TK-85, enfrentado a una pantalla de TRC en blanco y negro, descubrí nuevamente esa náusea que provoca ver las desproporciones entre la imagen (del tubo) y la realidad. Mi primer círculo era simplemente algo elíptico. Afortunadamente, un par de meses después tropecé con la revista Byte (ya desaparecida), en la biblioteca del Centro Cultural São Paulo. Y entonces parte del problema quedó aclarado. Fue la primera vez que entendí lo de 4:3.

Y todo esto desde la linea de comandos. Tuve que esperar a 1989 para poder, por fin, tener la oportunidad de trabajar un poco con AutoCAD.  Y ver un plano de un desmonte, creado entre varios compañeros de clase, impreso en gran formato.

Y trasteando con los ordenadores propios y ajenos, llegué a diciembre de 1985. Recuerdo que estábamos buscando a un profesor de matemáticas por la FEI, y estaba en un despacho muy vacío, con una mesa despejada y el primer PC de IBM, que tenía un ratón e interfaz gráfica. Nos quedamos un par de minutos bloqueados, viendo como las cosas se movían por la pantalla dirigidas por esa pequeña flecha, que mutaba en mano, y en reloj de arena.

Ya en la carrera, en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial, ahora transformada en la Escuela de Ingeniería Industrial, tuve la oportunidad de tener mi primer PC: un Amstrad 1512, con dos unidades de disco flexible, y tarjeta en color, pero con TRC en blanco y negro.

De allí hasta hoy he probado muchas cosas. Sobre todo he trasteado con FVWM, he disfrutado de la frugalidad de recursos de TWM, he adorado KDE 3.5 y sigo siendo fiel a lo que recomiendan por defecto de opensuse. Y soy fiel porque la funcionalidad es buena. Y padecí los bugs de todos, sin dejar de mencionar a Windows.


La reflexión del día dos de enero de 2016 es que las interfaces nos condicionan. Inicialmente nos sorprenden, en poco tiempo domestican, luego nos condicionan y al final se quedan como esas canciones que cantamos cuando estaban de moda, o cuando las descubrimos, y luego se quedan atrapadas en la memoria. Necesitamos de vez en cuando los mismo gestos, rápidos y prácticos para hacer bien las cosas.

He intentado poner widgets por el escritorio,,y no me funciona. Es como poner una radio en el banco de carpintero. Para mi es más coherente colgarla de la pared, por que no te quita sitio y cumple su función. La agenda marcada con las horas ocupadas también es bueno que esté en un cajón, cerca pero cerrada. Y como buena funcionalidad, que se abra la puerta y salga el cuco a dar el aviso. El correo electrónico, lo mismo. No hay nada como una caja cerrada, donde unas pocas veces al día aparecen cartas, y cuando se levanta la tapa, ahí está todo. Y organizadas por carpetas, para no confundir ni estropear. No creo que ver listas desplazándose por el fondo de la pantalla contribuya a que la funcionalidad del escritorio sea mejor.

Y que decir del menú de aplicaciones, que no hayáis leído en otros cientos de blogs y páginas de opinión. Llamadme antiguo, pero las dos soluciones clásicas son las que creo van a perdurar. Lo que quiero decir es: que aunque los ordenadores (o las computadoras) sean de uso general, en realidad los usuarios somos de uso específico. Un ingeniero mecánico tiene sus programas de diseño y cálculo, el arquitecto los suyos y el diseñador gráfico otros. No existe una máquina que usen los tres al mismo tiempo. Por lo que he observado, el contenido en programas siempre es limitado en las máquinas de otras personas. Sólo crece cuando es compartida entre varios, y entonces es un batiburrillo de todo lo que se cree que se debe instalar; y la mayoría de las veces es innecesario. Por eso la solución del botón en una esquina, o la barra en un margen, que da acceso a todas las aplicaciones es práctica. Y poner unos iconos en el fondo de pantalla, con acceso a los programas utilizados más frecuentemente, también es otra solución práctica. Que luego abusemos o seamos espartanos, es una cuestión personal.

Dejo el tema del teléfono móvil para otro post, no voy a descubrir todas mis cartas hoy, pero si dejo puertas abiertas. Y una captura como tema recurrente...
Una captura de pantalla autoreferente


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